Universidad Católica Boliviana "San Pablo"

31 propias leyes: primero la familia; en seguida, la escuela; luego el cuartel; luego la fábrica; de vez en cuando el hospital; y acaso alguna vez la prisión, lugar de encierro por excelencia. Foucault realizó un brillante análisis del proyecto ideal de estos medios de encierro, particularmente notable en la fábrica: concentrar, distribuir el espacio, ordenar en el tiempo, integrar una fuerza productiva dentro de las dimensiones del espacio-tiempo cuyo efecto deberá ser superior a la suma de las fuerzas que la integran. También reconoció la naturaleza efímera de dicho modelo, que era el sucesor del modelo de las sociedades basadas en el principio de soberanía, cuyos objetivos y funciones eran muy distintos (recaudar impuestos antes que organizar la producción, decidir sobre la muerte antes que administrar la vida); la transición se operó con el tiempo, y fue al parecer Napoleón quien se encargó de llevar a cabo la conversión de una sociedad a la otra. Ese periodo fue clave para analizar la actual sociedad disciplinaria, ya que se produce una crisis de la economía de los castigos y una reorganización del sistema punitivo en el que se basa la sociedad actual. Intentaba demostrar cómo las relaciones de poder pueden penetrar materialmente en el espesor mismo de los cuerpos. "El poder se ejerce más que se posee, no es el "privilegio" adquirido o conservado de la clase dominante, sino el efecto de conjunto de sus posiciones estratégicas, efecto que manifiesta y a veces acompaña la posición de aquellos que son dominados. En los siglos XVIII y XIX se produce una crisis de la economía de los castigos y una reorganización del sistema punitivo. Foucault (1992) destaca en la historia de la represión el momento en que se percibe que era según la economía de poder, más eficaz y más rentable vigilar que castigar. En ese periodo de transición a los castigos con humanidad se pasa de castigar al cuerpo de forma directa y violenta a un castigo más sutil. Este nuevo poder se caracteriza por ser microscópico, capilar; encuentra el núcleo mismo de los individuos, alcanza su cuerpo, se inserta en sus gestos, sus actitudes, sus discursos, su aprendizaje, su vida cotidiana. Con estas nuevas medidas se produce una inversión del eje político de la individualización, el poder se vuelve más anónimo (antes estaba personalizado en figuras concretas: rey, príncipe) y tiende a ejercerse de manera más individualizada. El objetivo de la pena pasa a ser convertir al malhechor y obtener su curación, en definitiva, normalizarlo. No se juzga el delito que haya cometido sino el "alma" del delincuente: lo que fue, lo que es y lo que será, así como el grado de probabilidad de que vuelva a delinquir.

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