Universidad Católica Boliviana "San Pablo"
30 defenderlo ya que estos aseguraban con frecuencia su supervivencia. Este ilegalismo en el nuevo estatuto se convierte en ilegalismo de bienes, por tanto, habría que castigarlo. A finales del XVIII se soñó con una sociedad sin delincuencia, pero esta era demasiado útil. Sin delincuencia no habría policía. La burguesía se burla completamente de los delincuentes, de su castigo o de su reinserción, que económicamente no tiene mucha importancia, pero se interesa por el conjunto de los mecanismos mediante los cuales el delincuente es controlado, seguido, castigado, reformado. La idea de encierro penal era criticada tanto por los reformadores como por los juristas clásicos ya que no puede responder a la especificidad de los delitos, tiene pocos efectos hacia los demás ciudadanos y puede ser objeto de desconfianza para estos ya que no saben lo que ocurre dentro. Además, no es económicamente rentable, multiplica los malos vicios. Que la prisión pueda como hoy, cubrir, entre la muerte y las penas ligeras, todo el espacio del castigo, es un pensamiento que los reformadores no podían tener inmediatamente. La detención se convierte en la forma más usual de castigo, se construyen prisiones por distrito. A principios del siglo XIX , con las limitaciones impuestas por las ideas del Iluminismo acerca de la tortura, en virtud de las cuales el cuerpo queda abstraído como objeto directo del castigo se mira el alma del sujeto como receptor del mismo, la honra y la disposición de los bienes; lo que anonada no es el dolor increíble sino la captura del tiempo propio. Esta formulación conceptual parte de dos ideas fundamentales: Por un lado, la llamada regla de la cantidad mínima de Beccaría, en virtud de la cual para que el castigo produzca el efecto que se debe esperar de él, el daño que cause en el delincuente debe exceder el beneficio que se ha obtenido del crimen. Por el otro, la regla de la idealidad suficiente, eje del modelo económico de Bentham, según la que, si el motivo de un delito es la ventaja que de él se representa, la eficacia de la pena está en la desventaja que de ella se espera. Queda claro entonces que el concepto de pena funciona en el corazón del delincuente, como una idea, una representación; el castigo no tiene que emplear el cuerpo sino la representación. A partir de estos postulados se desarrollan dos principios heurísticos acerca del fundamento y fin de la pena: El recuerdo de un dolor puede evitar la recaída en el delito -prevención especial-; el espectáculo aún artificial del castigo físico puede obstaculizar el contagio del crimen -prevención general-. (Suárez, s/f). Foucault situó a las sociedades de control durante los siglos XVII y XIX, las cuales alcanzaron su apogeo a inicios del XX y son ellas las que inauguran la organización de los grandes espacios de encierro. Sostiene que el individuo nunca cesa de pasar de un ámbito de encierro a otro, cada uno gobernado por sus
RkJQdWJsaXNoZXIy Mjc5NTQw