Universidad Católica Boliviana "San Pablo"
29 En Francia a finales de siglo podemos observar en las ordenanzas (1764) que el encierro no aparece como pena principal, después los juristas consideran que la prisión no sea una pena en el derecho civil. Aparece la posibilidad de reemplazar las galeras (mujeres, niños e inválidos) por la cárcel como pena. Hay que tener en cuenta que todo lo relacionado con el encierro, ya en cárceles u hospitales, eran símbolos del poder arbitrario soberano. En el curso de la edad clásica se descubre el cuerpo como objeto y blanco del poder. Así a mitad del siglo XVII el soldado se convierte en algo que se fabrica; una coacción calculada recorre cada parte del cuerpo, se ha "expulsado al campesino" y se le ha dado el "aire de soldado". En suma, el arte de castigar, en el régimen del poder disciplinario, no tiene ni a la expiación ni aun exactamente a la represión. Utiliza estas tácticas: referir los actos, establecer comparaciones, diferenciar a los individuos, definir qué es lo anormal y que lo normal. La penalidad perfecta que atraviesa todos los puntos, y controla todos los instantes de las instituciones disciplinarias, compara, diferencia, jerarquiza, homogeniza, excluye. En una palabra, normaliza. A fines del siglo XVII se encuentra tres tecnologías del poder de castigar que conviven: Derecho monárquico: con el uso de marcas. Ceremonia. El proyecto de los juristas reformadores: castigo para trasformar a los individuos. Signo. Proyecto carcelario: castigo como técnica de coerción y sometimiento del cuerpo con los rastros que deja hábitos y comportamiento. En el siglo XVIII el papa Clemente XI funda una casa de corrección en 1704, el Hospicio de San Miguel que reunía delincuentes jóvenes, huérfanos y ancianos desvalidos. El objetivo principal era la reforma moral de los internos, con un régimen basado en el trabajo, aislamiento, silencio y enseñanza religiosa. La disciplina se mantenía mediante duros castigos. El lema era "es preferible disciplinar a los buenos que cubrir con penas a los malos". Otro hecho fundamental en materia penitenciaria, lo constituye la creación de la prisión de Gante, erigida por el burgomaestre Juan Vilain en 1775. en ella se encuentra por primera vez un principio de clasificación de los delincuentes. En el Antiguo Régimen se daba según las diferentes clases sociales un marco de ilegalismos tolerados, las capas más desfavorecidas de la población carecían de privilegios, pero tenían un espacio de tolerancia por el que estaban dispuestos a sublevarse para
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