Universidad Católica Boliviana "San Pablo"

28 condición de posibilidad. La consigna es: El supliciado no debe morir en paz. Tiene que hacer resonar su culpa, para que todos la comprueben. Su muerte es sucia, su celda nauseabunda, pero esa suciedad no debe ser secreta sino pública. Penas frecuentes eran el desmembramiento, el ahogamiento, la rueda, el aceite hirviendo. y es que el encierro se aplicaba preventivamente para después someter al culpado a todo tipo de crueles castigos o a morir en un lugar público a modo de escarmiento para el resto del pueblo con el objetivo de inducir miedo. Huelga decir que los errores judiciales eran continuos. En la segunda mitad del siglo XVI comienzan a construirse establecimientos correccionales destinados a vagabundos, mendigos y prostitutas. El más antiguo fundado en Londres en 1552 se llamó House of Correction, fundándose otros en distintas ciudades inglesas. La creación de las prisiones de Amstendam, constituyen quizás el acontecimiento más importante en la historia penitenciaria. En 1596 se creó la casa de corrección llamada Rasphuis para hombres, y en 1587 la Spinhuis para mujeres. En la primera donde había vagabundos, condenados a prisión, y personas internadas a petición de sus parientes, los reclusos se dedicaban a raspar maderas empleadas como colorantes. En la segunda las mujeres se dedicaban a hilar lana, terciopelo y raspaban tejidos. Ambos establecimientos combinaban el trabajo duro y monótono con una férrea disciplina mantenida a fuerza de castigos corporales de todo tipo. En 1600 en el Rasphuis se creó una sección para muchachos díscolos. La influencia de estos establecimientos determinó la creación de casas parecidas en ciudades de la Liga Anseática: Bremen, Lubeck, Osnabruck, Hamburgo y Danzig, todas sobre la base del trabajo forzado. En el siglo XVII en Suiza se fundan los Schellenwerke, basados en los mismos principios. Paralelamente en la segunda mitad del mismo siglo surge la obra del sacerdote italiano Filipo Franci, quien, recogiendo una iniciativa de Hipólito Francini, creó en Florencia el Hospicio de San Felipe Neri, para la corrección de niños vagabundos, con algunas reglas que pasarían a formar parte luego del sistema penitenciario. Los reclusos se encontraban aislados en celdas y se procuraba mantener en secreto la identidad de los mismos: con ese fin se los obligaba a llevar la cabeza cubierta con un capuchón. Impresionado por la visita de este establecimiento, Juan Mabillón, monje benedictino francés, escribió entre 1690 y 1695 un libro llamado Reflexiones sobre las prisiones monásticas.

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