Universidad Católica Boliviana "San Pablo"
55 promovidas por la Escuela de Bellas Artes en París, con las formas de vanguardia y con el empleo de las artes plásticas como parte integral. El movimiento de integración plástica, “significó el clímax en la búsqueda de una identidad nacional representativa” (Canales, 2008, p.70). Durante las formas purista aprendidas a través de Le Corbusier y el carácter rebuscado del arte y la cultura local, el movimiento de integración plástica significó la posibilidad de redefinir la unión de lo moderno con lo tradicional, lo cual fue muy criticado en su momento, Miguel Adria (citado en Canales, 2008) define esta época como el horror mexicano que recurrió a murales metafóricos y simbólicos que sirvieron de encarnaciones gráficas de un discurso social y cultural. Con el fin de la Segunda Guerra Mundial se generó en todo el mundo la necesidad de recuperar los valores tradicionales, específicos de cada cultura, olvidados por el fervor de la técnica. Tras la guerra, el maquinismo se percibió ya no como herramienta de un futuro mejor sino como un peligro latente. La idea de destruir el pasado y generar una arquitectura nueva dejó de ser atractiva tras los efectos devastadores de la destrucción bélica. (Canales, 2008, p.71) Mientras la idea de lograr una modernidad mexicana se resumió en el proyecto de Ciudad Universitaria, que ha sido visto como la materialización de un sueño iniciado 25 años atrás, fueron los proyectos previos de escuelas, hospitales y también de multifamiliares, las obras que cambiaron al país. En palabras del crítico Mauricio Gómez (citado en Canales, 2008, p.72): “Ya no se trata aquí de la obra aislada, novedosa, interesante o de buen gusto (…), sino un conjunto de gobiernos, ahora sí progresistas, que decidieron por fin encararse a los grandes problemas nacionales de habitación, salud y enseñanza (…)”. Estos proyectos dejaron de entenderse como edificios y se trataron como planes sociales y de urbanismo vinculados tanto al lugar como a sus habitantes. El valor de la arquitectura mexicana radicó en su capacidad de solución de problemas nacionales. La arquitectura dejó de ser un arte o un lujo para ingresar en el marco de obligaciones del servicio público y del bienestar social (Canales, 2008).
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